Hace relativamente poco vivimos en España la peor tragedia medioambiental que jamás hemos tenido: una mancha negro cubrió parte del litoral, la cobertura informativa fue enorme y andanadas de voluntarios se apresuraron a reparar el daño hecho hasta dejar las playas lo mejor que buenamente pudieron.
Hace apenas un par de meses fui a El Saler, un lugar cercano de Valencia en el que se puede pasar una buena mañana en contacto con la naturaleza en un paraje entre el mar y la laguna, aunque últimamente ha sido dañado por construcciones enormes que rompen el horizonte. Bien, dejando esto a parte, imagínate que pasas allá la mañana haciendo algo de deporte y cuando cansado te diriges a la playa para recibir la brisa marina con el fin de recobrar el aliento y sentir la libertad que produce ver el mar te encuentras con una de las imágenes más repulsivas que recuerdo: simplemente no había mar, las olas habían sido reemplazadas por un líquido viscoso verde que iba y venía, allá donde hubo libertad vi manchas, hasta donde alcanzaba la vista estaba teñido de verde lavavajillas; fue todo un shock ver como algo que era azul desde que naciste se había vuelto verde. Y sin embargo a las pocas semanas alguien había limpiado el mar. Y sin embargo me puse a maquinar mi venganza: el mar seguía allí, bajo toda esa espuma verde, el único problema era que no podía verlo pero podía oírlo y podía imaginármelo, así que me decidí a plasmarlo y por un momento, solo por un momento, estuve allí de nuevo.
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