Esta vez no son los ejecutivos y los empresarios arruinados los que saltan por las ventanas de la crisis, como en el 29. Esta vez son los pringados, los currelas, los hipotecados y los don nadie, los que parecen condenados a una desaparición silenciosa, sin hacer ruido, sin ocupar espacio en los medios y sin que nadie proteste. Claro que eso no vende y como espectáculo es penoso, así que mejor celebrar la libertad de prensa con unas tracas de goles, o de tiros, o de lo que sea, pero que resuene mucho a noticia del siglo, mientras nos siguen dando por el saco con gran libertad y ningún disimulo.
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