Archivo por meses: noviembre 2005

Buenas noches

Ya llego la hora, ya llego el momento, no comprendía porqué, pero aquella mañana iba a ser la última, lo notaba, era tan cierto como que cada día sale el sol, y cada noche, la luna… Pero no es malo,es normal, nos va a pasar a todos tarde o temprano porque, a pesar de ser animales, somos seres humanos, debemos pensar, sentir; pero esta vez no habrá nadie que me ayude (que me empuje y me arrastre); mis pasos serán los primeros que se den sobre la hierba, y ya nadie los seguirá, porque todos se quedan, pero yo, hora me marcho, desaparezco, camino hacia dentro para buscar mi lugar, para encontrarme y no volverme a perder. Y es que el tiempo ya no importa, solo la vida importa, solo los sueños, mi sonrisa, las nubes en el cielo, y los pies , antes hundidos en el fango, se elevan para pisar piedra, madera y hierba. y el aire vuelve a darme en la cara, y siento el volar, mi pelo al viento, y mis alas se tiesan, y se baten para impulsarme contra el aire, y vuelo, ¡VUELO! Ya se donde estoy, ya me encontré, pero hay una sorpresa, hay alguien más, son otros pájaros, como yo, no estoy solo, me acompañan y juntos recorremos el cielo, ahora oscuro pero iluminado por las estrellas, están tan cerca, las noto tan cerca, ….

Allí está, ese hombre, ese ser, yo no me atrevería a llamarle bebe, fue él, en el momento del parto, en el momento de apartarlo del estado ideal al que tanto le había costado llegar, defendió con uñas y dientes su cubil; en el momento del parto se resistía a salir mientras maldecía a sus progenitores, sus gritos denunciaban el destino que ahora lo empujaba afuera, pero él, él se defendió; una vez expulsada la placenta el se enfureció aun más, los quejidos de la madre fueron ahogados por los gemidos del hombre-animal, del arcángel, que uso todas las fuerzas que tenia para volver al vientre de su madre. Pero los intentos de echarlo continuaban, lo que nueve meses o más fue su casa lo empujo de nuevo con una sacudida, lo arrastro de nuevo hacia el exterior junto a ríos de sangre; el ser, confuso, pero decidió a mantenerse firme desgarro la vagina de su madre hasta que esta cejó en sus esfuerzos.

La persona que había engendrado la criatura, la persona que le había dado la vida estaba a punto de perderla porque su hijo no aceptaba su destino.

Los médicos, atónitos por lo ocurrido y habiendo salido del shock, tomaron una decisión para intentar salvar a la madre y al hijo: -Hay que abrir!!

El ser, el que era más ser que ninguno de nosotros les había oído, se puso tensa y nerviosamente a laburar un plan para darle esquinazo al destino; pero de repente escucho algo aun más cruel que el destino: -Anestesista!, proceda!; era eso, pretendían dormirlo, sumirlo en un sueño para despertar en un paisaje desolado, pero no se iba a dejar coger; uso las uñas aun en formación y sus encías desnudas de dientes para cortar el cordón umbilical que le unía a su pasado, que le alimentaba, que le daba él oxigeno, la vida, aun a sabiendas de que podía resultar fatal para él, pero lo hizo; desesperadamente uso su cuerpo para cortarlo, veía el veneno a punto de entrar en él, pero justo cuando empezaba a desvanecerse su pensamiento consiguió desgarrarlo y se recobro rápidamente; salvó un obstáculo, pero su hogar volvía a ser atacado por los indeseables, entonces un filo metálico perforo el techo de su morada y la falta de oxigeno lo empezaba a molestar.

Decidió surcar hacia arriba ya que el hueco de abajo lo atemorizaba, primero tuvo que atravesar unas barreras que le infundían repugnancia, primero unas duras y gruesas y luego unas largas y finas, estaban calientes; a punto de desfallecer por el esfuerzo y la falta de aire divisa los pulmones pero no debía, no podía someterse a la adormidera, al opio que le arrebataría su hogar, no podía dejarse embriagar por aquel gas para despertar y darse cuenta que todo lo que tenia, todo lo que quería, todo lo que era, había desaparecido.

Su mundo se desmoronaba, ya no le era suficiente, ya no lo podía mantener con vida, así que el ser decidió, decidió salir, enfrentarse a la luz, volvió por donde había venido y, justo antes del gran salto, se dio cuenta de que aquel lugar ya no era su lugar, ya no era caliente, ya no se movía según su voluntad, ya no estaba la bolsa donde había pasado toda su vida. Ahora no había razón para quedarse y, aunque temiera a eso que había fuera, debían escocerle los ojos, debía sentir el agua caliente, los cortes, los golpes, los otros golpes, la costra, ver su cuerpo perfecto deformarse hasta quedar irreconocible, debía condenarse al infierno y abandonar un cielo que ahora se desvanecía.

Pero no, él decidió que su vida no iba a ser así, podía suicidarse, podía crear un mundo paralelo en su mente, podía meterse en una bola de cristal e introducir esta en el vientre de una ballena. No había llegado hasta ahí para dejarse vencer, así que cogió impulso, cerró los ojos y saltó por el agujero.

A la una

Ya no hay nada que decir, todo ocurrió en tan poco, y a la vez tanto tiempo. Allí estábamos los de siempre, bueno, no eramos los de siempre; ya antes algo había cambiado, algo ofuscaba nuestros sueños, nuestras mentes. Quizá el presentimiento de que no lo puedes evitar, de que va a pasar, o de que hiciste tan poco, de que eres tan cobarde; y es que ya todos sabíamos, aunque no lo quisiéramos reconocer, que iba a ser la ultima vez; después de esa noche, de esa cena y ese pub, ya no nos volveríamos a ver; habíamos compartido ocho años, algunos quizá más, pero después de esa noche seriamos extraños otra vez.
Sin embargo empezó como siempre, los más cercanos reunidos media hora antes en casa de Luis esperando a que se arreglara, llegando con la hora justa al bar y viendo después venir a los que siempre se retrasaban, ya era una rutina, las tapas, los bocadillos y el chupito y, se me olvidaba, sangría y mas sangría. Ya los que debían estar borrachos lo estaban y los que no decidíamos el camino mientras caminábamos lento, como los borrachines. La noche dejaba a la luz la soledad nocturna de las calles, insospechable por el día, que daba un toque gótico a la travesía pero que nosotros alegrábamos con las cantinelas que se le pasaban por la cabeza al primer borracho.
Llegados al lugar elegimos el pub de siempre y entramos, nadie pensaba, nadie quería pensar, que después de esa noche todo se acabaría para nosotros pero es como si estuviera escrito, las horas se hicieron pesadas para los que no nos gustaba especialmente la música y para aquellos que lo negaban y la cosa se volvía más y más decadente, como es lógico, con el pasar del tiempo; es extraño pero la gente iba allá vestidos con traje para acabar vomitando y por los suelos, si no en el hospital con una ceja o un labio partido. Pero así fue que llego el momento de marchase, de abandonar aquel lugar en el que tanto tiempo habíamos estado juntos; olvidarnos de todo y volver a ser, otra vez, vagabundos de la vida.