Todas las personas que conozco podríamos afirmarlo sin miedo a equivocarnos. Al principio es porque los demás son décadas más viejos que nosotros y obviamente no nos entienden (o no los entendemos), más adelante siguen siendo viejos (esta vez en el sentido despectivo de la palabra), unos años más y ni si quiera podrás decir qué le importa a pesar de pasas horas con él (con yo). Entonces os separáis, os veis el miércoles (de 18:00 a 19:30) por cumplir, como se suele decir, y luego lloras como un amargado por no haber disfrutado más de su compañía, como si te interesara.
Quizá te preguntes cuál ha sido la causa y bueno, la verdad es que las alternativas nunca fueron mejores, quizá llevabais demasiado tiempo juntos y sería mejor vivir unos segundos, escasos pero plenos.
Pero la vida nos ha hecho así, ¡Mentira! Tú te has hecho así, fuiste tú el que decidiste no llamar, fuiste tú el que decidiste sentarte frente a la televisión a ver qué ponían antes que acercarte y preguntar ¿qué tal?, fuiste tú, te condenaste, te excluiste y fue así como conseguiste lo que tienes: una mujer que no te quiere, un hijo que pasa de ti y un perro que solo se deja rascar cuando le rota; todo mérito tuyo, enhorabuena.
Uno de los agravantes del autismo colectivo es sin duda el orgullo, aunque resulta que los que verdaderamente tienen algo de lo que presumir lo niegan mientras que aquellos que se quedan cortos son los que más vociferan. Otro agravante es seguramente la especialización que padecemos, cielo e infierno de esta nueva sociedad, que nos condena a llevar conversaciones ridículas con aquellos que no están especializados en los mismo que nosotros. Pero lo que más me llama a atención es la supremacía, la supremacía que desprenden comentarios del tipo ‘Que le maten’ u otros del tipo ‘Todos lo queremos’, la gente que utiliza estos términos debería platearse que la mayoría no es posesión de nadie, la mayoría se define a sí misma y, por lo tanto, no necesita que nadie diga algo que es obvio. Hablando de mayorías, cada vez veo más ventajas a eso de ser un bicho raro, si le damos otro enfoque, pertenecer a una mayoría te impone muchísimos deberes, así, al que adore el pop y las películas de moda difícilmente podrá apreciar la grandiosidad de Cab Calloway o ese estado de paz interior en el que te sumen algunos clásicos del cine; de cualquier forma, esto no se reduce a lo cultural sino que abarca toda la vida, cuando uno pertenece a una mayoría no está libre de nada, y sino miren la prensa, a ver si hay alguien con dos dedos de frente en este país que diga: ‘Lo siento pero no tengo una bola de cristal y no se qué va a ser del proceso de paz’. No señor, aquí todos opinamos públicamente de todo y somos expertos en nada: cuando lo valiente hubiera sido admitir que la baja participación nubla tu victoria o que has perdido todo son ganadores, no hablamos de lecturas distintas, los datos están ahí, lo que escuchamos continuamente son mentiras desde el púlpito, y no conformes con las mentiras de los cielos nos transformamos en voceros del diablo y las repetimos.