Hablando sobre nuestro futuro profesional un profesor dijo acerca de las empresas familiares que los abuelos las crean, los hijos las mantienen y los nietos las hunden, después de lo que vi el fin de semana pasado no puedo decir que fuera muy desencaminado.
Intentando vencer el aburrimiento y la desidia que me invaden cuando voy a mi pueblo me encontré con el Palacio de los Gonsálvez, una bella edificación en ruinas a la entrada de Villalgordo del Júcar. Con la información que me dio un lugareño y con lo que he podido averiguar se trata de un edificio de mediados del siglo XIX, un complejo industrial de la época sin par que constaba de: una generadora eléctrica a la entrada y otra a la salida, empresa papelera, de conservas, de licores, de champiñones, árboles frutales, ermita propia, jardines con todas las plantas que permitía el tiempo e invernadero para las que no, casonas, una fuente llamada ‘La Zarina’ que le fue regalada a la familia Gonsálvez por Alejandra, la esposa del Zar Nicolás II, jardines, palmeras, el palacio consta de 368 ventanas e igual némero de puertas, veinte habitaciones, salones, cuartos de baño, …
Todo esto, que a día de hoy nos sorprendería, tuvo lugar hace más de un siglo, me lo imagino como un Xanadú, un imperio, pero en este caso los habitantes del lugar solo tienen palabras buenas para los que fueron sus dueños: dicen que Don Enrique Gonsálvez Fuentes era uno de los mayores capitalistas de España, pero ahora todo son ruinas, cinco hijos, afirman, no pudieron sacar adelante todo esto y se fue perdiendo, es un fantasma del pasado, un recuerdo borroso de lo que fue y un sueño de lo que, ojalá, volverá a ser. No obstante, cielos abiertos, parece que el Palacio podría ser restaurado en breve con el fin de dedicarlo al negocio de la hostelería.
El palacio
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