Me desperté a las siete, media hora después estaba en la comisaria: se habían acabado los números y hasta las cinco de la tarde no volverían a dar. Tras el consiguiente mosqueo el policía nos remitió a todos a una comisaria que se reabría hoy ‘a probar suerte’. Paro al primer taxi que pasaba, llego a la nueva comisaria a las ocho menos cuarto, hasta las nueve no abren y no están dando números luego hasta entonces no sabré si me toca. Son las nueve y cuarto, tengo número y comienzo a hacer cola esta vez dentro de la comisaria, están llamando al once y tengo el cincuenta y dos, se inauguró apresuradamente y de diez puestos sólo funcionan tres y solo uno de ellos es para el trámite por el que he ido. Armado de paciencia salí airoso a la una y diez de la comisaría con la promesa de que en dos días según un policía y tres o cuatro según otro tendría mi pasaporte, los que todavía estaban esperando preparaban una rebelión porque les dijeron que a las dos cerraban y el número de la mañana no valía para el turno de tarde. Junto a la puerta había un anciano con una botella de aire, seguramente aún tenía pelo cuando empezó a hacer cola.
Todo esto para sacarme un documento oficial y es que aunque no lo parezca la gente valora su tiempo y hacérselo perder es una forma de quitarse a la clientela de encima. Frente al hecho de que en este país la burocracia es lentísima hay quien encuentra atajos como colarse en la cola o irse a una comisaria en un pueblo perdido.
Pero cuando se trata de hacerte perder el tiempo las empresas de telecomunicaciones se llevan la palma: aunque por ley tienen que tener un numero gratuito de asistencia técnica únicamente difunden el 902 de turno, después de mas tiempo de espera te llega el turno y te comunican con una persona a la que le das tus datos, le cuentas tu problema y te comunica con otra persona que teóricamente te puede dar una respuesta. Este último telefonista no tiene ni idea y por eso tiene delante un documento de ayuda que no sabe usar y después de mucho insistir te pasa con el servicio técnico.
El centro comercial el fin de semana es otra odisea aunque en este caso la cola te da una oportunidad más para que compres algo de esas estanterías al lado de la caja: cola para entrar al aparcamiento, cola para salir del aparcamiento, cola para coger carro, cola para precintar las bolsas antes de entrar y cola incluso a la hora de pagar.
Como ves, las colas siempre tienen un fin, aunque los que las sufren son siempre los mimos.
La perdida de tiempo como disuasión
Deja un comentario